“EL INFIERNO SON LOS OTROS” (Jean Paul Sartre)

Cuando la inmortal frase de Jean Paul Sartre se escapa de la sabiduría y la intencionalidad que le rodea como filosofo del espíritu, alcanza a golpear la moral de hombres y mujeres que en realidad lo que les cobija, es un caparazón construido como mascara y camisa de fuerza contra el espíritu libre, y dirán ellos ¿qué es ser libre? ¡Nosotros somos libres! Y pretenderán que nadie se los discuta, dirán con atrevimiento ¡siempre somos libres y no veo ninguna cárcel a mi alrededor! Otro dirá ¡a mi nadie me manda!. Sartre diría repetidamente “El Infierno son los otros”.
Quizá nos cueste comprender el porqué de esa expresión, ya que somos en parte ajenos al autor y ajenos a su intencionalidad, “El Infierno son los otros” es la expresión más sublime que pone entredicho la moral, esa moral que coacciona y que en realidad no es más que una cadena que ata al hombre a un mundo de leyes y normas, costumbres y hábitos que atrapan su espíritu en la cárcel más difícil de burlar; la moral coacciona y atrapa seres liberes, la misma no se sustenta por si misma y tampoco se ejerce dinámica y autónomamente sin la presencia de los hombres, necesita de los hombres que la impongan a los otros y de alguien que te diga de vez en cuando ¡eh eso no se hace!.
Si la moral es lo que es gracias a los hombres que la mantienen y la propagan y la inmortalizan, entonces los hombres, constructores de esa moral son el infierno de cada uno, son los que te señalan y te aplauden, son los castigadores en caso de que no vayas acorde con lo estipulado por las costumbres y leyes, es esa la moral y son esos sus constructores y por ende son ellos el infierno, son ellos los que coaccionan tu libertad.
Decir “El infierno son los otros” es lo mismo decir que mucho de lo que no haces no es porque estés convencido de no hacerlo, es falsa tu moral de libertad, no eres libre cuando respetas el semáforo, solo lo haces porque el otro te castigará, te señalará, porque la moral te juzgará, o sea los otros que son sus autores, allí Jean Paul Sartre pasa a ser tan odiado como nadie, porque desenmascara el comportamiento de prisioneros que tenemos, la falta de conciencia que se ha forjado y la poca lucidez que tenemos.
De la mano con Sartre y digiriendo gustosamente cada una de sus hermosas exposiciones, podemos llegar a abrazar la ley, buscar la norma y construir pueblo y no masa, hacer cada cosa con intencionalidad y no arropados de miedo porque el otro existe. Cuando pensemos en hacer algo porque el otro está o no está, actuaremos como míseros prisioneros que han sido enajenados y han entregado su libertad al policía, al profesor o al presidente, y la mayoría no se escapa de eso, la mayoría no ha leído a Sartre pero Sartre si los ha leído a ellos y ha escrito para ellos “el infierno son los otros”.


J.M. CHEMAR

2 comentarios:

Pier Le Romantiq' dijo...

Fantástico.
La cuestion es que la libertad absoluta no existe. El hecho de estar sometidos a un estado -quien me preguntó al nacer si yo queria un estado que me gobierne?- implica per se una libertad sometida.
Por otra parte, como dijo un profesor mio, 'una palabra te limita el mundo', sobre todo cuando esa palabra proviene de alguien cuya voz tiene un peso significante en nuestras vidas. A partir de allí, 'el infierno son los otros' y por ultimo, Sartre ha de haber sido un visionario. Hoy, en nuestra era superficial en la cual la Imagen es el gobierno de turno que juzga y ejecuta, la frase de Jean Paul es realidad pura, reflejo triste.

Orly dijo...

En el eternauta, libro 2, pág 202, oesterheld retoma esta frase y la convierte en " el paraiso son los demás", dando un tinte esperanzador, u optimista sobre el devenir de la humanidad. Pero cae el los viejos principios de la modernidad, orden, progreso y amor. Quizás este último pilar sea el gran ausente y por ende el infierno asecha en ccada otro de cada sociedad.